Felipe González y González
Ya he dicho que la película –Quiero ser millonario (Slumdog millonaire)- tiene un talante de denuncia, que se hace tragable por el recurso al humor, y que puede resbalar gracias al planteamiento hollywoodesco –que para mí resulta muy conveniente- y a un happyend fruto del azar, la fuerza del destino y el amor del protagonista.
Frente a la superficialidad estereotipada y recurrente del mundo del espectáculo, de esta película podemos rescatar la posibilidad del amor, de la llamada a la generosidad y de la entrega, y tal vez hasta la realidad misma del amor.
El ser humano está destinado a trascenderse, a manifestarse a los otros y a sí mismo, como un alguien que es capaz de ir más allá de sí. El ser humano –hombre y mujer- tiene un potencial enorme para la donación, no ya de lo que consigue, sino de lo que lo constituye por dentro. Una existencia que se dona es una existencia que se posee. Nadie puede dar lo que no tiene, pero el que tiene, puede dar. Sólo el que posee, puede entregar. La donación no es posible sin la posesión. Y un ser humano sólo se puede entregar, si es capaz de darse. La posesión humana sólo tiene sentido en orden a la entrega.
La tristeza del que no ama, radica en que la incapacidad de darse, que revela el déficit de realización vital del sujeto. El que no se posee es un infeliz, porque no puede darse. La alegría –hay que recordarlo- está más en dar, que en recibir. Sólo si alguien me recibe, mi donación tiene sentido. Pero la donación es imposible, si no me doy a mí mismo.
En “Quiero ser millonario” la vida de todos y cada uno de los protagonistas está en relación a la afirmación o la negación del amor. A un amor egoísta, a un amor interesado, a un amor imperfecto, a un amor que crece, a un amor que se vuelve fiel, están avocados los personajes. El lugar es Bombay o Mumbai, en el ambiente propio de la India moderna llena de contrastes, paradojas y contradicciones, pero las historias humanas pertenecen al gran teatro del mundo.
Los contrapuntos son, los jefes de la mafia y el presentador del programa, que poseen cosas e incluso juegan a poseer personas, sin la más mínima posibilidad de poseerse a sí mismos, porque se han quedado vacíos al cerrarse.
Los protagonistas de las biografías son: la madre de Salim y Jamal -no dice nada, sólo actúa-, y pierde la vida para protegerlos. Salim, el hermano mayor, que es un luchador incansable, aunque sucumbe, de manera parcial, a la tiranía de la criminalidad organizada, de la que intenta redimirse incluso mediante la ofrenda su vida. Latika -la niña a la que salvan los hermanos- es víctima de la instrumentalización, del abuso y de la corrupción, que conserva el potencial liberador de la dignidad humana, que se manifiesta en la búsqueda del bien del otro. Y finalmente Jamal, el hermano menor, que es portador de un amor incondicionado, de un amor que va más allá de sí mismo, de un amor absoluto.
Jamal protagoniza la propia existencia, como un acto de agradecimiento a la vida del otro, que se nos ha confiado. Jamal descubre –cosa que no logra hacer Salim- que en el acto de salvamento de Latika, hay una vida que se les ha otorgado, una vida que les ha sido entregada y que corresponder a esa entrega y a esa donación, bien puede merecer poner a disposición la propia existencia. Todo lo demás no es más que desarrollo de la historia.
La historia puede tomar diversos caminos, complicarse, confundirse, enturbiarse o quedarse sin una aparente salida. Pero la historia no es la serie de historias que nos contamos acerca de sucedidos y reveses, sino la historia del hilo conductor que hace posible el sentido.
Y el sentido de la historia, de mi historia y de la de los demás, estriba en un amor. Un amor que me explica y que me funda, que me constituye y que me certifica. Sólo si el ser humano es destinatario de un amor incondicionado, total y absoluto puede estar seguro y ser feliz.
Para algunos ese amor es la realidad que explica sus vidas, para otros es el ideal en cuya búsqueda se puede vivir la vida, aun cuando el tiempo este nublado, o peor aún se haya transformado en tempestad.
De ese amor da testimonio la vida de tantas personas ignoradas, que no quieren ser millonarias, sino hacer felices a los que aman, y que de paso lo consiguen para sí mismas con la plenitud y profundidad, que solo se logra, cuando se trasciende el limitado sentido de las satisfacciones materiales.
Se trata de una posibilidad realizable, y de cuya materialización depende el sentido que tome la propia existencia. No de los millones que se puedan ganar en una apuesta por la respuesta correcta, o que se puedan perder en una apuesta por los derivados, en la sucumbió la moderna gestión de los riesgos.
Ciudad de México, marzo de 2009.
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