lunes, 5 de noviembre de 2012

Liderazgo e identidad


Liderazgo e identidad.
23/08/07 11:55

Felipe González y González
Ciudad de México
23 de agosto de 2007.

En los análisis sobre liderazgo hay nociones o representaciones mentales que están a la baja. Por ejemplo la idea de liderazgo basado en un carisma único e intransferible, en una inteligencia sumamente aguda o en el aura de autoridad absoluta están en crisis, al menos en algunos ambientes.

El buen liderazgo es algo no podemos “crear” a nuestro antojo y de la nada, pues se refiere a otras personas. Es cierto, que en alguna medida, podemos re-inventar nuestra imagen, mediante procesos variados que van desde el recurso a los cosmeticos hasta la “cirugías profundas” que se hacen en los pliegues del alma. Lo que no podemos inventar es la relación de liderazgo, porque el liderazgo esta ligado de alguna manera con la autoridad, y a autoridad demanda el reconocimiento social.

Se puede obedecer externamente a una fuerza que se nos impone, pero nunca se le reconocerán los atributos de autoridad o liderazgo. Se tratará de una tiranía, de una dictadura o de un sistema despótico. En esos casos se recurre al temor, a la violencia o a la imposición injusta. Las formas pueden ser variadas pero siempre resultan ilegítimas e ilícitas. En ese sentido no se puede aceptar como medios de motivación los premios (la zanahoria) o los castigos ( los palos), pues además son ineficaces, logran metas inmediatas, circunscritas al corto plazo, y de desde luego no produce ningún cambio positivo en las mentes o en los corazones de los demás, aunque sí los pueden destrozar.

El liderazgo en cambio supone legitimidad, licitud, acción justa que reivindica el bien del otro. El liderazgo se sitúa en las dimensiones del bien de la persona, de la persona del otro. El liderazgo no es simplemente el reconocimiento a alguien que se impone, al que hay que reverenciar y aplaudir.

El liderazgo es algo que se orienta al cumplimiento de una misión y al incremento de valores humanos. El liderazgo supone la condición social en los seres humanos. Supone el respeto mutuo; por eso no es líder quien avasalla, por si fuera poco, a los que no se pueden defender.
El reconocimiento al líder tiene que ser otorgado. Supone, como ya dije, un reconocimiento mutuo. En ese sentido se basa en un diálogo, que no es lo mismo que un doy para que mes des –quid pro quod-. El dialogo es la aceptación mutua de valores, de creencias y de ideales. La resultante se plasma en aquello por lo que vale la pena trabajar, luchar o combatir, y se constituye en programa, en proyecto o visión de futuro. Por ello el liderazgo esta relacionado con la identidad como proyecto, es decir como síntesis de aspiraciones en las que se involucran todos, en la que todos son importantes, y en la que el liderazgo tiene una función importante pero relativa. Relativa a cada persona pueda ganar en humanidad, en desarrollo, en crecimiento y en aportaciones valiosas para los demás.

Necesidad de un compromiso entre los intelectuales y el pueblo

Necesidad de un compromiso entre los intelectuales y el pueblo.
17/07/07 17:04

Dr. Felipe González y González
Presidente Ejecutivo
Centro de Estudios para la Gobernabilidad Institucional
CEGI-IPADE
Ciudad de México.

Muchos problemas, pocas soluciones. Angustias existenciales y crisis personales. Procesos de evasión y ignorancias profundas. Pesimismo estructural y cuellos de botella.

Por otro lado: afanes, deseos, impulsos, esperanzas. Hay quienes dicen que las cosas pueden ir mejor. Se puede hacer una diferencia. Se puede encontrar la manera de lograr una gran movilización. El futuro puede ser mejor que el pasado, si el presente se convierte en su anticipación. Esto es sólo trabajando ahora se puede superar el ayer y proyectar el futuro.

Para ello hay que recuperar el sentido de propósito social. Hay que recuperar en las élites intelectuales el sentido de que tienen una misión. Las élites económicas, sociales, pero sobre todo las intelectuales y culturales tienen que darse que cuenta de que están para algo más que para tener la última máquina extranjera de hacer café, para asistir a catar vinos o jugar golf, y darse así un toque de cierto refinamiento en el mundo de la oferta y la demanda.

Hoy como nunca necesitamos que los intelectuales demuestren que la responsabilidad social y la solidaridad no pertenecen a un conjunto de vocablos que informan una retórica vacía.

“El siglo que nos espera –dice Zygmunt Bauman-[1] podría perfectamente ser una era de catástrofe definitiva. Pero también podría ser una época en la que se negociase un nuevo pacto entre los intelectuales y el pueblo –entendido ahora como la humanidad en su conjunto- y se le diese vida.”

El futuro esta abierto. Gran parte de lo que suceda dependerá de los que pueden ayudar a recuperar el sentido de propósito social en ellos mismos y en los demás. Los comunicadores, los directores, los profesores, en una palabra los intelectuales tiene la grave de responsabilidad de aceptar su propia identidad: ser punto de referencia, ayudar a iluminar, mostrar los caminos de la generosidad y el desarrollo

El cambio tiene que venir de las personas que por su cultura, por su preparación tienen más posibilidades de influir en los otros. Esta es una llamada urgente a todos cuantos tiene la posibilidad de dirigirse a un público numeroso, desde luego a través de los medios de comunicación, pero sobre todo a través de los procesos de gobierno o de dirección o en las aulas y actividades académicas, que ciertamente llegan a un número menor de personas, pero con una incidencia enormemente superior, no sólo por el efecto inmediato que tienen en los subordinados o en los estudiantes, sino por el efectos multiplicador que esas personas pueden tener en las organizaciones, instituciones y en la sociedad.

[1] Bauman, Zygmunt. Miedo líquido. Ed. Paídos, Barcelona, 2007.

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