jueves, 24 de enero de 2013

Voces proteccionistas en Estados Unidos


Voces proteccionistas en Estados Unidos.


Felipe González y González
Presidente Ejecutivo del Centro de Estudios para la Gobernabilidad Institucional
CEGI-IPADE


La Gran Recesión en Estados Unidos ha traído consigo no sólo que el déficit fiscal sea abismal, sino que el empleo y el crecimiento no se recuperen o lo hagan de una forma tan lenta, que produce desesperación por la falta de progresos tangibles.

Por ello comienzan a oírse voces con planteamientos proteccionistas, que cuestionan el libre comercio y los tratados comerciales que Estados Unidos tiene con otros países, incluyendo México.

Una de esas voces es la de Jeff Madrik, que en su último artículo publicado en Harper´s Magazine en enero de 2013, cuestiona los tratados de libre comercio, la política de libre mercado de los Estados Unidos y la producción en el extranjero de las empresas estadounidenses. A continuación se resumen los puntos más importantes de su artículo.

Denuncias

·      Se considera que la situación en Estados Unidos es grave, porque el desempleo no baja, y los empleos que se generan se retribuyen con salarios muy bajos, con pocas posibilidades de que mejoren en el futuro.
·      Economistas como David Autor del MIT o Lawrence  Katz de Harvard muestran que la clase media ha perdido sus trabajos, en la medida en que los estadounidenses compran productos de empresas extranjeras o de empresas estadounidenses pero que fabrican en el extranjero.
·      Los tratados de libre comercio (Free-trade agreements FTAs) no son la clave para generar empleos en EUA. Las importaciones tienden a incrementarse y causan déficits comerciales, que a su vez generan empleos en el exterior, y destruyen empleos en EUA.
·      El artículo cita la demanda que una empresa canadiense -productora de un aditivo para la gasolina, que contaminaba los mantos acuíferos- presento y ganó en contra del estado de California, para su producto siguiera vendiéndose en ese Estado. También cita un estudio de Robert E. Scott, que refiriéndose al déficit con México, atribuye al TLCAN la pérdida de 700,000 empleos en los Estados Unidos. Afirma también que en un estudio hecho por Kevin Gallagher de la Universidad de Boston, se demuestra un aumento mínimo del PIB estadounidense debido al TLCAN.
·      Critica los principios TLCAN y que se hayan firmado tratados semejantes con Colombia, Panamá y Corea del Sur. El déficit comercial con ésta última nación ha aumentado, y se han perdido 160,000 empleos en Estados Unidos.
·      El Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica ( o en inglés Trans-Pacific Partnership TPP), que en México se ha sido considerado, por algunos, como un acuerdo de libre comercio de segunda o tercera generación, y por lo tanto más avanzado y progresista, se critica duramente. El acuerdo incluye a Vietnam cuyas condiciones laborales son de las peores del mundo, y que no parece que vayan a cambiar por ser miembro del TPP. Los defensores del TPP en Estados Unidos, lo consideran un baluarte contra el aumento de la influencia China.
·      El crecimiento histórico en los Estados Unidos se dio mano a mano con los aumentos salariales. Es tiempo de revisar cada acuerdo comercial para saber quién gana y quién pierde con ellos.

Propuestas

·      Los tratados de libre comercio deberían usarse para presionar a los otros países, para mejorar o elevar los estándares laborales domésticos, en términos de condiciones de trabajo, salarios y ventajas para los trabajadores, a cambio de que puedan tener acceso al mercado y las inversiones de los Estados Unidos.
·      Se recomienda una política industrial que incluya inversiones directas en nuevas tecnologías, en ayudas a las nuevas empresas que comienzan y mayores subsidios a la investigación y desarrollo con propósitos no militares.
·      Fomentar una red de seguridad social que incluya el seguro desempleo, y que considere el re-entrenamiento de alta calidad, para los que se han quedado sin trabajo.
·      Combatir la manipulación de las tasas de cambio, imponiendo aranceles a los productos extranjeros cuyo precio se exprese en divisas artificialmente bajas.

23 de enero de 2013.
fgonzalez@ipade.mx

Referencia: Jeff Madrik. “The Anti-Economist. Trading for Jobs”. Harper´s Magazine / January 2013, pp. 11-13
Jeff Madrick es editorialista, analista y consultor en política económica. Es editor de Challenge: The Magazine of Economic Affairs, profesor visitante de humanidade en The Cooper Union, y director de política de desarrollo en el Schwartz Center for Economic Policy Analysis. Estudió en la New York University y en la Harvard University, y ha sido Shorenstein Fellow en Harvard. Es autor de diversos libros, entre los que destacan: Taking America, The End of Affluence, The Case for Big Government y Age of Greed: The Triumph of Finance and the Decline of America, 1970 to the Present. Ha trabajado como consultor en políticas para el finado senador Edward M. Kennedy y para diversos legisladores de los Estados Unidos.

martes, 22 de enero de 2013

México 2012-2018: cultura, crecimiento y democracia


México 2012-2018: cultura, crecimiento y democracia
Felipe González y González
Presidente Ejecutivo
del Centro de Estudios para la Gobernabilidad Institucional (CEGI),
Profesor del Área de Entorno Político y Social, IPADE Business School

Optimismo moderado o no

El inicio de un nuevo gobierno en México, sin duda generará todo tipo de reacciones y estados de ánimo. Desde los que pregonan a la reinstauración del viejo PRI con todos sus defectos ancestrales, hasta los que consideran que se trata de un nuevo PRI joven, reformado y progresista.

Otros piensan en los cambios que han ocurrido en el mundo y en la sociedad mexicana, en las reformas estructurales que hay que promover y en la relativa buena posición que ocupa México tanto desde el punto de vista de las finanzas públicas, de las mejoras en la condición de vida de muchos mexicanos y en las oportunidades y ventajas que tiene un país como el nuestro.

México tiene importantes logros que preservar. Las finanzas públicas y las condiciones macroeconómicas son comparativamente muy buenas. El país a finales del 2012 continuaba con un crecimiento sostenido por arriba del 3.5 por ciento,  con una inflación controlada, y una deuda neta total del sector público que significaba cerca de la tercera parte del PIB (32%), en tanto que en Estados Unidos representa el 108%, en Alemania el 88% y en Corea el 34.5% La producción manufacturera se ha recuperado y también lo ha hecho el empleo con respecto a la crisis de 2009.. La suma de exportaciones e importaciones como porcentaje del PIB es 58.6% para México, mientras que es del 18.5 % para Brasil,  del 51.7% para Canadá y 21.6% para Estados Unidos.

Ciertamente también hay nubarrones y el inició de 2013 se puede complicar, aunque espero que no demasiado. México es extremadamente vulnerable a los choques externos y el mercado interno no es suficiente para sostener el crecimiento.

Los factores de incertidumbre son la desaceleración de Estados Unidos y la incertidumbre sobre su futuro, ante su exacerbado déficit fiscal; los malos resultados de la actividad industrial, por supuesto en Europa, e incluso en Alemania; los problemas de la economía japonesa; y con junto ellos, el menor crecimiento de países como China, India y Brasil, que está haciendo que los precios de las materias primas bajen por una declinación en la demanda.

El Gobernador del Banco de México, reconoció en noviembre, que “durante el tercer trimestre de 2012, la actividad económica en México continuo creciendo, pero comenzó a mostrar señales de desaceleración ante la intensificación del choque negativo de la demanda externa”. Agustín Cartens ha afirmado que eventualmente serán necesarias medidas para contener la inflación, debido a los aumentos de precios de productos básicos, que aunque transitorios,  son cada vez son más recurrentes.  Señaló que las expectativas de inflación pueden verse afectadas, por algunos incrementos de sueldos mayores a los vistos en meses previos.

Con independencia de la coyuntura económica mundial que parece critica, el mayor desafío del nuevo gobierno, esta radicado en el ámbito en el que se conjugan lo político y lo social.

El desafío político: la gobernabilidad


El nuevo gobierno que encabeza el presidente Enrique Peña Nieto tiene una clara divisa: quiere ser un gobierno eficaz, que cumple y que genera estabilidad con crecimiento.  Lo primero que, a mi juicio, el gobierno se propondrá es poder ejercer la autoridad. Partiendo de la legitimidad que le proporcionaron los votos, buscará legitimarse en el ejercicio. Para ello deberá poder enfrentar el problema de la división del país, el encono de las posiciones antagónicas y el descrédito que se viene dando a los opositores, trátese de quien se trate.

En el desarrollo y análisis de México, así como en los cambios de gobierno, se han utilizado mucho las trayectorias personales y los rasgos de la personalidad de los nuevos dirigentes,  pero lo que hoy despierta más incógnitas y temores respecto del futuro del país,  es saber si el nuevo gobierno va a seguir estando obstaculizado por los grupos de presión. Para ello se deberá hacer frente, en primer lugar, a la falta de consensos.

Si lo que llevamos visto con el aval del nuevo presidente  –tanto en la reforma laboral y la aprobación de la ley de contabilidad gubernamental, como en las iniciativas de reforma del IFAI y la creación de la Comisión Anti-corrupción-, es una muestra del talante del nuevo gobierno, desde luego que cabría postular un optimismo moderado, por aquello de que en todo hay que tener medida.

El problema decisivo que deberá enfrentar Peña Nieto es el de la gobernabilidad. El embotellamiento político y los interés creados que lo provocan, no son una novedad, pero son y seguirán siendo el mayor obstáculo para el desarrollo con justicia en el país.

El nuevo de gobierno, después de que el PRI logró obtener más del 38 por ciento de los votos, necesita, ante la ausencia de una mayoría clara, hacerse de elementos de gobernanza y tender con rapidez una red de relaciones muy amplia. Durante doce años el PAN enfrento un gobierno claramente dividido. El Congreso no sólo fue un contrapeso, sino un tremendo obstáculo para lograr las reformas que hicieran posible un avance en el país, y los gobernadores poderosos y bien dotados económicamente por la Federación, se dedicaron a lograr sus intereses particulares.

El gran desafío del nuevo gobierno del PRI, es si será capaz de enfrentar los diversos grupos de interés del sector público, privado y social, que se yuxtaponen mutuamente y evitan el crecimiento armónico e inclusivo.

En  el México de los cotos de poder están los políticos que sin escrúpulos generan quimeras y descalifican avances posibles o reales; los empresarios que atentan contra el libre mercado; los movimientos sociales que se autoproclaman como tales aunque tengan pocos adeptos y solo unos cuantos piquetes de elementos violentos; los formadores de opinión al servicio de interés particulares, que dividen al país arbitrariamente en buenos y males, según sus propios términos de referencia. Este desgarramiento interior del sistema político, en parte debido a la atrofia y esclerosis de muchos años sin reformas y sin avances, puede evidenciar signos de declive sistémico y de una peligrosa fragilidad institucional. Por ello urge la reforma a fondo del estado mexicano.

En ese sentido no hay duda que el gobierno del presidente Peña Nieto, introducirá reformas largamente esperadas. La cuestión toral es si va a poder implementar esas políticas, o si bien van a ser diluidas o impedidas por los poderes fácticos.

El poder y la fuerza de los grupos de presión, que tienen intereses especiales que proteger y engrandecer, cuenta con recursos muy cuantiosos, tanto monetarios como de capacidad para crear imágenes públicas favorables a sus pretensiones, que van desde movilizaciones masivas hasta actos violentos de diversa índole, que traspasan los límites de la ley, pero se cobijan en la impunidad.

Las posiciones monopolísticas en el sector privado, el control sindical, los señoríos feudales en que se han convertido muchos de los Estados de la república, los grupos de poder en el propio partido o en clase política, y en el terreno social ciertas organizaciones de campesinos, jóvenes o de barrios, representan un atasco colosal para la implantación del estado de derecho, el combate a la corrupción y la fijación de responsabilidades a través de sistemas de rendición de cuentas confiables.

Por ello las acciones del nuevo gobierno tendrán que ver desde luego con el crecimiento económico, pero también y de manera muy importante con el tema de la gobernabilidad republicana y la participación ciudadana como elementos clave para el ejercicio de una presidencia democrática.

La agenda del nuevo gobierno


Hay cinco áreas especialmente importantes que el nuevo gobierno ha fijado con prioritarias: la participación ciudadana, el combate a la desigualdad, la presidencia democrática y el crecimiento económico con seguridad y justicia.

Participación ciudadana.

La inclusión y la ciudadanía son dos cuestiones fundamentales, no sólo en México, sino en las complejas sociedades de nuestro mundo globalizado. La gobernabilidad democrática sólo se puede conseguir si se asegura a cada persona y  cada grupo o comunidad sus derechos fundamentales en la generación de futuro que les espera.

La desigualdad.

La pobreza, el desempleo y la falta oportunidades son situaciones que hacen imposible la gobernabilidad. En un país democrático no hay ciudadanos de primera o de segunda, y todos deben tener las justas oportunidades. La globalización ha profundizado la brecha entre los más y menos educados, por ello es esencial la distribución del ingreso, como política gubernamental.

Los avances que se hagan en el rezago educativo, tanto en la calidad como la disponibilidad de la enseñanza; en una participación mayor y más equitativa de la riqueza que se genera en México, y  en el incremento en la participación para procesar las demandas más urgentes, son factores determinantes de la gobernabilidad.

De no ser, así hacia mediados del sexenio de Peña Nieto, las presiones se pueden acumular, y una sociedad como la nuestra con tantas tensiones y complicaciones, puede exigir un cambio político drástico, aunque no sepa muy bien a donde puede llevarla o en qué se debe aterrizar.

Si la gente no ve en los próximos años un plan real para mejorar  las condiciones de vida, si la impunidad, el crimen organizado o el abuso de poder perduran intactos, la temperatura social puede elevarse de manera exorbitada.

Presidencia democrática

La política es el ámbito de la discusión y los acuerdos. En ella se dan las dinámicas del conflicto y la cooperación, y también las del poder y la persuasión.

Por ello una presidencia –que en palabra de Peña Nieto- se postula a sí misma como democrática, es una presidencia que reconoce a todos y busca sumar.

La primera tarea de un gobierno es poder sostenerse, y para ello debe buscar fortaleza en el régimen de derecho, en los medios que le permitan ejercer el poder de manera efectiva en el ámbito de sus competencias. Hay que mediar en las polarizaciones entre los grupos de la clase política y también entre los movimientos sociales: se trata de lograr no sólo la moderación de las posiciones, sino la participación en el proceso de deliberación y compromiso, en el que todos serán escuchados y todos deberán tener un espacio y una tarea que aportar.

Crecimiento económico.

El énfasis se dará también en las grandes reformas fiscales, energética y educativa. Estas reformas son necesarias para lograr un despegue en el desempeño económico, que permita crear los puestos de trabajo que la juventud necesita, y el aumento de valor en los productos de las empresas, gracias a una inversión mayor en investigación, innovación y generación de conocimientos.

El crecimiento económico es también un elemento esencial en la lucha contra la desigualdad y el combate a la pobreza. Mucha de la desigualdad que hay en el mundo proviene de la ineficiencia en asignar recursos y responsabilidades, y refleja los desencuentros de los mercados y los gobiernos para hacer posible el crecimiento.

No es cuestión sólo de políticas fiscales y de acciones gubernamentales. Es una cuestión que tiene que ver con el funcionamiento de los mercados, los costos de transacción y el combate a la corrupción. Lograr una mayor eficacia mediante la competencia y libre concurrencia, supone limitar o reestructurar a los sectores monopolistas, al tiempo que se privilegian las inversiones que tienen que ver con las oportunidades para los jóvenes.

México estará iniciando un viraje con la llegada de Enrique Peña Nieto, y tendrá la oportunidad de lograr un cambio decisivo. Las reformas de las décadas de los noventas y del 2000 han sido importantes y ya dieron de sí. Se necesitan cambios de nueva generación, si no queremos tener graves problemas económicos y sociales.

México necesita una reestructuración económica mayor. México necesita consolidar su desarrollo industrial, mantener el ritmo de sus exportaciones, pero por encima de todo debe lograr activar y hacer funcionar su mercado interno, para poder enfrentar la pobreza, el desempleo y la violencia que flagelan al país. Eso significa que los cambios económicos que tienen que venir, requieren de la reforma del Estado y de la sociedad.

Justicia y seguridad.

 Con independencia de cuál sea el sentido de justicia del que cada persona o grupo social sea portador, hay un consenso mundial respecto de que la pobreza y la falta de oportunidades están en la base de los fenómenos de la delincuencia organizada y el terrorismo. Por ello, la principal estrategia del nuevo gobierno en esta materia, estará dada en largo plazo, por la búsqueda del crecimiento compartido e incluyente.

En materia de seguridad  veremos un replanteamiento de la estrategia, así como una formulación más integral del problema. Los objetivos definidos son recuperar la paz social y  la libertad de las personas, restablecer la seguridad pública mediante la reducción de los índices delictivos en robos, secuestros y extorsión, y afianzar la seguridad nacional recuperando autoridad y capacidad de decisión. 

Por lo que se refiere a justicia, la implantación -a nivel federal y de los estados- del nuevo sistema de justicia penal deberá ser un paso decisivo e histórico para cambiar la relación entre gobernantes y gobernados. Eso podrá generar el capital social que se basa en la confianza, y que será el soporte de un gobierno eficaz, incluyente, impulsor del desarrollo y promotor de los derechos humanos y la democracia.

El imperioso deber de crecer

Para un país de las dimensiones de México y con el bono poblacional que tenemos, sólo cabe la salida del crecimiento. Si la inercia actual se prolonga, si nos mantenemos en el estancamiento y la inmovilidad, caeremos en el deterioro del tejido social, en el aumento de la violencia y en el colapso de las instituciones que no han sabido responder a las necesidades de una población para quien el crecimiento es inexorable.

La única manera de crecer es crecer. Pero hay que crecer de manera colaborativa e incluyente. Tenemos que poder trabajar conjuntamente de una forma mucho más integrada, más redituable y más armónica, para transformar el crecimiento en desarrollo.

No crecer es retroceder, es perder los términos de referencia de la articulación social y es descoyuntar el camino de la democracia y el estado de derecho. Si el empleo no aumenta y con él los salarios, y por lo tanto el ingreso familiar, estaremos condenados a la hipoteca del futuro. Lo que provoca una espiral de decadencia, por la falta de un mercado interno vibrante y promotor. Sin crecimiento sostenido, los niveles de vida no se elevan, y se hace imposible reducir el desempleo, la economía informal y la economía criminal y delincuencial.

El omnipresente problema de los bajos y aun raquíticos salarios, no es un problema del gobierno en primer término, es un problema de la sociedad que busca subsidiarse en los más pobres del país. La elevación de salarios, en todos los países que avanzan en el despegue económico, es la legitimación del crecimiento como un factor del desarrollo, lo cual incide en la democracia y el estado de derecho, para generar el capital social que hace posible el aumento de los empleos y de las empresas, por el clima propicio para la inversión, que se llama confianza.

Necesitamos tener la ambición de elevar conjuntamente la productividad y los ingresos. Debemos mejor la capacitación técnica; tenemos que elevar los niveles y la calidad de la educación; tenemos que universalizar ciertas oportunidades y ciertos servicios como son los de salud y protección contra gastos catastróficos, y la reversión de las condiciones de pobreza y miseria.

Cultura y liderazgo

Estos retos y desafíos trascienden a las administraciones gubernamentales sexenales, a los partidos políticos y las fuerzas del interés económico, si queremos un futuro compartido por todos, no represivo y no violento, sino promotor y progresista.

Necesitamos que los poderosos de este país, las elites económicas, culturales, intelectuales y sociales, se propongan conseguir que los beneficios del crecimiento fluyan hacia aquellos que más lo necesitan, para poder lograr una sociedad más justa, mas igualitaria y más estable.

Compartir el crecimiento económico tiene que ser nuestro interés colectivo, nuestro objetivo como país, nuestra meta como seres humanos dignos y responsables. El desempeño de nuestra economía de mercado demanda que la prosperidad no sólo beneficie a los pocos, sino a los muchos, a la gran mayoría, a todos.

El nuevo México no puede ser el de los pocos. El nuevo México no puede ser el de la inercia y el rezago. El nuevo México no puede ser el de la desigualdad abismal, el raquitismo del mercado interno, y la monopolización de las oportunidades. El nuevo México tiene que tener como objetivo el crecimiento compartido.

La prosperidad y la legitimidad política se retroalimentan mutuamente, y determinan el futuro de la democracia. La democracia es imposible sin el consenso, sin la búsqueda de soluciones y sin el avance en las cuestiones básicas de la existencia como pueblo socialmente organizado. La democracia es participación, es encuentro y es acuerdo. La democracia supone que todos tenemos que ceder, pero que todos podemos enriquecer y aportar. No impide las discrepancias, si finalmente se resuelven en la mejor solución racional posible. Para ello es necesario que la cultura y el liderazgo estén alineados.

La cultura es, con mayor frecuencia, no lo que la gente comparte, sino aquello por lo elige combatir. Por ello los grandes líderes y los grandes estadístas impulsan y dirigen a sus sociedades, más allá de los paradigmas actuales. Se trata de abrir una oportunidad a un futuro no plenamente delineado, pero sí más incluyente, más pleno y más poderoso.

Los buenos líderes ayudan a las personas a redefinir quienes son y qué es lo que quieren hacer con sus vidas; a saber con exactitud en dónde están y qué es lo que son capaces de conseguir para superarse a sí mismos y la situación prevalente. Confío en que los nuevos líderes sociales, económicos y políticos que el país requiere nos ayuden a hacer posible esta visión, cuando en México comenzamos, con renovada esperaza, un tramo más de nuestro camino en la historia.