jueves, 28 de abril de 2016

La libertad de vivir: autoestima e identidad

La libertad de vivir: autoestima e identidad.
Felipe Mario González. Maremágnum. 28 de abril de 2016.


Vivimos en una sociedad trepidante en la que el aire se vuelve irrespirable, la movilidad social se paraliza y obtura las esperanzas, y la volatilidad económica, a pesar de la insistencia en que no tiene consecuencias, nos hace más vulnerables y genera miedo hacia el futuro.

Por otra parte el desgaste psicológico que para muchas personas suponen las exigencias de estar al día en las redes sociales, mantener nuestro “Face”, estar presentes en Instagram, mandar Tweets para sentir que a alguien le importa lo que pensamos, se convierte en algo desgastador. Las personas esconden su vacío en una apariencia de conectividad y en la aparente relación con los demás, que supone el mundo virtual.

Es por eso hay que llamar hoy a una movilización desacostumbrada. A despertar a una realidad objetiva, que se basa en la valoración de lo que somos, y no de lo que tenemos. Que finque nuestra autoestima no en una popularidad ilusoria; que afirme la seguridad propia, en el reconocimiento de las capacidades personales y que nos permita ser agentes de cambio, primero en nuestra propia vida, para luego, estar en condiciones de colaborar con los demás.

Decía Tolstoi que “todos pensamos en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo”. Y esto  trae consecuencias en mucho ámbitos. Si cada una y cada uno de nosotros no entra a controlar y llevar bien firmes las riendas de su propia existencia, es muy difícil tener un impacto familiar, profesional o social, porque iremos a la deriva.

Hoy como nunca en este estado de crisis que vivimos, es necesario volver la vista al oráculo de Delfos: “Conócete a ti mismo”. Es éste un imperativo de prudencia, para situarnos en el cosmos, en el mundo y en nuestras sociedades.

El bombardeo de la súper mujer o del súper hombre con el que se nos incita al consumo sin medida, no es más que una manipulación propagandística para justificar la enajenación de nuestras vidas al complejo consumista-hedonista (que políticos y empresarios oportunistas se empeñan en mostrarnos, como si fuera la realidad.)

Tenemos que conocer nuestros límites y nuestras posibilidades, y vivir en equilibrio dinámico. El crecimiento debe ser proporcionado a lo que realmente somos; a las exigencias de los más cercanos: en nuestros mundos familiares, laborales y sociales, a veces tan desintegrados.

Conocernos y proyectarnos en función de lo que somos, y de lo que podemos realmente ser, evita tensiones, desgastes y sobre todo nos lleva a aprovechar y descubrir todas las oportunidades que, en el día a día, tenemos para ser felices. 

Llegar a entendernos es descubrir el tesoro que hay en el interior de todo ser humano, y que es al mismo tiempo un don y una responsabilidad. Algo de lo que tenemos que tener conciencia, porque es nuestra esencia más valiosa y al mismo lo que nos permite aportar a los demás,  a nuestras familias, organizaciones y a la nación de la que formamos parte.

Este volver al origen de lo que somos, es tan importante, que nos liberará de la obsesión por nosotros mismos, y nos pondrá en la ruta de vivir la vida como sujetos que tienen un por qué y para qué. Hay que pasar de la obsesión por la autoestima, para reencontrarnos con la libertad de vivir.