Centro de Estudios para la Gobernabilidad Institucional
CEGI-IPADE
31 de agosto de 2007
Las burbujas especulativas pueden durar años, pero tarde o temprano se revientan. Ello no impide que el genio creativo del capitalismo, genere otras nuevas y más codiciables burbujas en otros sectores de la economía.
Se reemplazan unas percepciones por otras. Se avanza hacia “nuevas fronteras” en la economía y las finanzas, en la industria o en determinaos sectores económicos, en las inversiones bursátiles, en los mercados de futuro, en las coberturas cambiarias, en la economía informática, en los créditos hipotecarios y en el sector de la construcción, y así sucesivamente.
Los precios del sector seleccionado empiezan a subir. Una etapa de buena perspectivas hace que la demanda se crezca al amparo de un oferta adecuada y bien provista de fondos, es decir créditos, para asegurar que, todo el quiera entrar a este mercado, pueda hacerlo. En el caso del sector en inmobiliario en los Estados Unidos, con la exhibición del diez o del veinte por ciento, se puede suscribir un crédito hipotecario para hacerse de una vivienda. Una vez que la ‘burbuja’ del nuevo mercado está en auge los precios empiezan a subir, de tal suerte que una propiedad valuada en cien mil dólares, puede pasar a tener un ‘precio’ de dos cientos mil. La persona que vive en esa propiedad, decide hacer liquida su riqueza y la hipoteca por dos cientos mil pesos, cuando en realidad vale cien. Así las cosas, no se necesita una gran clarividencia para saber que alguien va a perder. La pregunta verdaderamente importante es cuando se producirá el quiebre. En qué tiempo se va a hacer evidente, la imposibilidad real del cubrir el crédito.
El asunto se complica porque gracias a que estamos en la era de la innovación y de la creatividad, hasta los financieros han tenido tiempo para hacer sus incursiones e inventar nuevos productos y servicios financieros. Los créditos se hacen muy fáciles, y los riesgos se distribuyen, aminoran y racionalizan.
Finalmente viene un sobrecalentamiento, se producen los primeros síntomas de alarma, alguien afirma que la burbuja de la especulación en determinado sector puede explotar. Inmediatamente salen al paso los señores serios de la economía. Se desmiente que esta situación se pueda comparar con cualquiera que hubiera podido ocurrir en el pasado y se ofrecen garantías –con todo tipo de expresiones, de formulas retóricas y alegatos circunstanciados- que permiten a una nueva clase de ilusos especuladores de último momento, proveer del combustible que puede hacer que se incremente la hoguera de las vanidades.
Es el momento en el que aparecen los especuladores ´brillantes’ que disfrutan con los mercados maduros, y que ahora se apresuran a obtener tanta o más riqueza que los primeros que comenzaron el crecimiento exponencial de este sector. Es, también, el momento adecuado para que los inversionistas de fino olfato se decidan a tomar utilidades, lo que inevitablemente lleva a la espiral descendente que arrastra por los peldaños de la avaricia a los especuladores insensatos.
La lección es clara hay inversiones, mercados y apuestas que son para corredores de largo aliento, para aquellos jugadores que saben cuál es el juego. Un juego en el que los primeros en llegar son los primeros en irse, pero llevándoselo todo. Es un juego de maximización de utilidades, que los teóricos del mercado libre defenderán a ultranza.
Los mercados deben y pueden regularse a sí mismos. No se trata de un hecho, sino de una teoría, pues como dijo el presidente de la Reserva Federal de St. Louis “la Reserva Federal debe responder a las perturbaciones del mercado, únicamente cuando se ha hecho patente que atentan contra el logro de objetivos fundamentales como son la estabilidad de precios o una alta tasa de empleo, o cuando los desarrollos financieros del mercado amenazan los mismos procesos del mercado.” No se trata de una declaración hecha en los primeros meses de 1929, sino a raíz de las turbulencias ocurridas en los mercados, en el verano de 2007.
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