Entre la manipulación y el patriotismo: entender la situación.
Felipe Mario González.
Maremágnum. 3 de febrero de 2017.
Los momentos que estamos viviendo son espeluznantes. Estamos
como marionetas, movidos por hilos que no sabemos quien manipula. Hay estupor,
miedo, confusión, desaliento y sobredosis de histeria colectiva, porque no
alcanzamos a ver ni la magnitud del problema, ni sus posibles soluciones.
Estamos al vaivén de las informaciones desintegradas, las
manipulaciones consentidas y los trepidantes rumores, que acosan las seguridad
de una existencia anclada en la superficialidad de un confort, que tememos
desaparezca.
Por otra parte son estimulantes los deseos de participar,
los sentimientos de solidaridad y la necesidad de un cambio. Las manifestaciones
de patriotismo que estamos viviendo, la unidad que queremos demostrar entre
todos los mexicanos, y el esfuerzo por hacer una causa común frente al extraño
enemigo, son alentadoras. La percepción de que podemos perder mucho más de lo
que hemos ganado, nos está llevando a la búsqueda de una nueva conciencia
nacional.
Mis observaciones pretenden ayudar a la construcción, de ese
imaginario colectivo de solidaridad y mutua dependencia en el que todos
cabemos. Pero también quiero contribuir con una autocrítica, que nos haga
enfocarnos más, y centrarnos más en los objetivos neurálgicos del país.
Hemos iniciado el año entre el gasolinazo y el trumpazo. Las
protestas y la violencia generada contra el gasolinazo, nos hizo pensar en el
despertar del México bronco, un fantasma al que todos tememos. Sin minusvalorar
el descontento que hay y que seguramente se incrementará por las precarias
condiciones de vida de la mayoría de las personas en México, hay que reconocer
que los movimientos violentos no provienen de los ciudadanos que quieren
construir un México mejor. Proceden como es tradicional, en nuestro país, de
los grupos políticos oficialistas o no, que buscan desacreditar a los enemigos
políticos, de cara a las siguientes elecciones. La movilización, los recursos y
logística de las protestas contra el gasolinazo, suponen la puesta en práctica
de un plan a favor de determinados intereses, que no necesariamente son los de
los ciudadanos comunes y corrientes. Lo cual no obsta para que haya un
descontento ciudadano real, que éstos grupos capitalizan.
Por otra parte el trumpazo ha sido frenético. Es un como un
torbellino que todo lo quiere cambiar no en los primeros cien días, sino en las
primeras cien horas del nuevo gobierno. Nuestras exportaciones se ven amenazadas;
la construcción del muro se ve como una ofensa y una limitación a la libertad;
la discriminación a los mexicanos en Estados Unidos se vuelve cada vez más
tangible. Hay razones para el desasosiego y el temor, se entiende que nos pongan
los pelos de punta y que las reacciones de desconsuelo no se hagan esperar.
Pero con el ánimo sereno y la visión en lo que debemos hacer,
urge ahora considerar los objetivos estratégicos, que como país tenemos que
afrontar, con independencia de todos los problemas que se nos vengan del
exterior.
Sólo si tenemos la fortaleza interna para centrarnos en lo
que debemos y podemos hacer aquí y ahora, dentro de México y en el corto plazo,
ganaremos en la fortaleza que necesitamos y el respeto que tenemos que
merecernos.
Los imperativos de México, por los que nadie luchará
–excepto nosotros mismos- están en el combate a la corrupción; en la
disminución de la pobreza y la desigualdad; en la lucha contra el corporativismo
de las organizaciones que mantienen sectores enteros, como el de la educación,
la energía y la seguridad social, en márgenes altamente inviables de
sobrevivencia; y en la necesidad de romper con la connivencia de las fuerzas
del orden y las organizaciones criminales.
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