El verano caliente de 2015: una voz de alarma.
Felipe Mario González,
Maremágnum.
Bajo cualquier perspectiva que sea vea el verano de 2015 ha
sido caliente. No sólo por las altas temperaturas registradas en diversos
puntos del planeta, sino porque en México y en el mundo hay signos claros de
una presión efervescente, que si no se resuelve, puede llegar a ser crítica en
un futuro no muy lejano.
En plano internacional el aumento del terrorismo, con la
escalada del Estado Islámico y los atentados en Túnez y en otros puntos; la
crisis griega que amenaza la Unión Europea; el aumento de los inmigrantes en
todo el mundo que huyen de las zonas de devastación y de pobreza; la posible
subida en las tasas de interés; la implosión de la Bolsa de Shanghái y la
desaceleración del crecimiento en China; los peligros de una economía
financiera que desvinculada de la economía real está generando mayor
desigualdad, falta de oportunidades y destrucción de riqueza, son algunos de
los signos preocupantes de un modelo social, económico y político, que parece
estar dejando de funcionar.
En México la espectacular fuga del líder del Cártel de
Sinaloa; la debilidad del peso, cuya subvaluación será difícil de remontar al
menos en el corto plazo; la noticia de los que pobreza no cede en nuestro país
sino que sigue siendo un lastre que impide la formación de capital humano; el
recrudecimiento de los problemas de seguridad, desigualdad y corrupción; una
ausencia notable de liderazgo en los sectores más importantes de la economía,
de la sociedad y la política; unas finanzas federales petrolizadas y un
endeudamiento público preocupantes, al que hay que añadir las fuertes cargas de
los sistemas de pensiones federales, estatales y municipales, aunado al endeudamiento crítico de varios de los más
importantes estados de la República, nos ponen ante un escenario nada favorable.
Frente a estas circunstancias siempre surge las voces de
quienes con un optimismo desconcertante quieren tapar el sol con un dedo.
Evidentemente no estamos todavía en una situación crítica, faltan –espero- muchos
meses, para que el agua nos llegue a los aparejos.
Pero es ahora el momento de dar la voz de alarma. Las
reformas estructurales son alentadoras, pero su eficacia depende de cambios
mayores, en la operación del gobierno federal y de los gobiernos de los estados, en el combate
decidido y operativo a la corrupción y a la impunidad, en la reforma de un
modelo económico que hoy no tienen miras amplias, porque segrega, descarta,
amplia desigualdades, y puede generar tensiones que se salgan de control.
Necesitamos hacer un llamado sereno pero enérgico a los
líderes de opinión, a los centros de investigación, a los académicos y a los
políticos independientes y a todos los que tengan buena voluntad, para que nos
ayuden a generar un gran proceso de clarificación que nos permita ver,
realmente, el tamaño de los desafíos que tenemos al frente, y la magnitud del
esfuerzo en que tenemos que comprometernos todos, para lograr no sólo evitar
males mayores, sino lo que es más importante para lograr articular procesos
efectivos para un desarrollo social justo, incluyente y compartido.
Agosto 7, 2015.