El saldo social de las elecciones de junio de 2015.
Felipe
Mario González
Maremágnum.
Las elecciones del pasado 7 de junio,
suponen paradójicamente, respuestas y nuevos cuestionamientos. Determinan
situaciones y al mismo tiempo generan nuevos desafíos y expectativas.
El triunfo de los candidatos
independientes en varias circunscripciones, de las cuáles las más notables son
los casos del nuevo gobernador de Nuevo León y el presidente municipal de
Guadalajara, nos ratifican que algo esta pasando en la sociedad mexicana, y el
que el mar de fondo que se agita en nuestro entorno político y social, en
ocasiones no es debidamente valorado.
El escenario al que nos enfrentamos no es
inercial, sino un escenario de calentamiento y posible ebullición social. La
sociedad mexicana ha dado muestras de un desencanto total con la clase
política, que lleva a la falta de confianza en las instituciones, y a la
desesperanza. Y nada es más grave para una persona, para una organización o
para un pueblo que la pérdida de la esperanza. Cuando se espera se desea, se tienen iniciativas, se aceptan sacrificios
y restricciones. La esperanza ayuda a trabajar cuando la tarea se ve ardua y de
lenta realización, y moviliza energías, recursos y actitudes.
La
desesperanza paraliza, infunde miedo. Y
el miedo lleva al enojo, a la desesperación y a la ira que se manifiestan
en violencia incontrolada y sin sentido, haciendo que las cosas salgan fuera de
su cauce.
Los actores políticos celebran que las
elecciones hayan sido pacíficas, con incidentes llamados menores y más o menos
aceptadas por todos. Nuevamente se presentaron las consuetudinarias compras
votos, el acarreo y la movilización; el engaño con promesas que nunca se
cumplirán y la amenaza de las cosas pueden ponerse peor.
Este caldo de cultivo tan peligroso, nos
fuerza a pedir a todas los grupos sociales, económicos y políticos, a todos los
partidos, y a todos los niveles y ordenes de gobierno, a que hagan un parón en
el camino, y reflexionen acerca de lo que se nos puede venir.
En los aspectos positivos la sociedad
está dando muestras de un protagonismo novedoso. Se avanza en la participación ciudadana y en
la democratización de los procesos sociales. Las personas están mejor
informadas y en esa medida tienen más capacidad para organizarse. Las
condiciones económicas del país pueden permitir la generación de un modelo de
crecimiento y desarrollo verdaderamente inclusivo y que beneficie a todos.
Sin embargo observamos que las conductas
caciquiles, la explotación de los pobres y de los marginados por las
organizaciones corporativistas, por los
políticos tradicionales que ahora buscan reubicarse, y la ineficacia de un
sistema de partidos dominado por la corrupción, las prebendas y la lucha
descarnada por obtener el mayor beneficio individual posible, no garantizan una
evolución pacífica de las condiciones críticas de un entorno de violencia,
inseguridad, incumplimiento de la ley, corrupción e impunidad.
Tenemos un poco de tiempo, se abre ante
nosotros un pequeño compas de espera, en el que todos los actores y las
instituciones, tenemos que poner lo mejor de nosotros para detener una espiral
de deshonestidad, y empezar generar un modelo de integración nacional que no
margine a nadie, que con todos cuente y que haga posible el surgimiento de una
nueva esperanza para poder trabajar unidos.
15.junio.2015