lunes, 28 de septiembre de 2015

CULTURA DE INTEGRACIÓN

Cultura de Integración
Felipe Mario González.
Maremágnum. 28 de septiembre de 2015

La cultura de integración consiste en saberse parte de algo que nos trasciende, nos da identidad y nos lanza a una misión, como cometido vital. Por ello la cultura de integridad es fundamental en la responsabilidad social, que nos lleva a sabernos miembros de una organización, de una comunidad, de un país.

Por otra parte el comentario del día está en el Papa Francisco, que ha culminado hasta en sus últimos deberes, el largo viaje a Cuba y los Estados Unidos. Millones de personas lo han visto y oído, muchos otros millones de seres humanos lo han seguido por los diversos medios de comunicación.

Por ello quiero hoy centrar mi comentario, en una expresión de un periodista estadounidense, que al referirse al entusiasmo de la gente, afirmaba, “seas o no creyente, las personas se sientes movidas a ser parte de esto que esta sucediendo”. A mi la frase me impacto. Hay muchas personas que quieren ser parte. Hay muchos seres humanos que quieren ser tomados en cuenta, hay mucha gente -como cada una y cada uno de ustedes y yo- que queremos participar, y formar parte de esto que esta ocurriendo, de una realidad que puede ser abierta y plena de sentido.

¿Y qué es lo que esta ocurriendo? Me atrevería decir que lo que estamos viendo es una revolución de las expectativas. Mientras que en muchas partes del mundo y de nuestros país, los fanáticos de un supuesto pasado siempre mejor o los agoreros de un mundo cada vez más perverso, entristecen el ambiente con sus sentimientos de desilusión y de imposibilidad de mejora, el Papa Francisco nos pone en movimiento, nos invita a salir y a descubrir, que en medio de los dolores y de las contrariedades de la vida, podemos cada una y cada uno de nosotros ser mejores, y que podemos ayudar a que otros también mejores.

Todos en cualquier situación podemos mejorar lo que estamos haciendo, no por exceso de cualidades personales, sino por que cada día Dios nos regala el don de la vida, nos regala aspiraciones al bien y a la verdad, nos da cada día la promesa de que a través de las situaciones más comunes y normales, podemos y debemos, superar obstáculos y problemas, para ayudarnos y ayudar a los demás a servirnos mutuamente. Los enfermos y desvalidos podemos ser mejores enfermos y mejores discapacitados, sonriendo y ayudando a los que tratan de ayudarnos. Los presos y los reclusos pueden ser mejores, procurando ayudarse, y ayudar a los demás a superar el desaliento y el pesimismo. No hay situación humana a la que no pueda llegar el aliento de la capacidad de hacer más y mejor.

Es una cuestión compleja porque no resulta fácil hoy la integración. El gran problema de nuestras familias, de nuestras comunidades, de nuestras instituciones, de nuestros países, es la exclusión, la marginación. Lo que el Papa Francisco llama la cultura del descarte. Los hijos son descartados por los padres, y luego los padres son descartados por los hijos, nadie quiere complicarse la vida, con la responsabilidad de hacerse cargo de otras vidas. No es sólo cuestión de dinero o de medios para hacer frente a las necesidades de los otros. Es cuestión de no querer comprometerse; de aceptar o no aceptar responsabilidades.

En las comunidades y en las organizaciones las élites de poder, descartan a todos los que no forman parte del núcleo de los que se apoderan del protagonismo y las decisiones.

No se dan las oportunidades de participación, no se toma en cuenta a los involucrados. Se administran los recursos y se busca la eficiencia, pero se colapsa el contacto humano. Se sirven raciones y se reparten ciertos bienes materiales, pero sin mirar a la cara de los beneficiarios, la caridad se vuelve oficial y seca, sin cariño y sin consideración de las circunstancias de las personas. Las empresas y las organizaciones tratan a sus miembros como instrumentos, como sujetos empleables a discreción.

El llamado del Papa Francisco es claro hay que dar una sí rotundo a la cultura de la integración. O parafraseando al periodista hay construir puentes y caminos, para que las personas puedan tomar parte en la gran aventura de la vida personal y colectiva.

Hay que recuperar el sentido de comunidad y de fraternidad, que se expresa un angustioso grito: déjennos ser parte de nuestras de sociedades, instituciones y organizaciones; dennos la oportunidad de colaborar; permítannos poder aportar a la construcción de un ideal más grande que nosotros mismos. Un ideal en el que todos nos podamos reconocer como implicados, como colaboradores, como cooperadores en la gran tarea de llevar a nuestro mundo al punto omega de la consumación y de la perfección, a través de lo cada uno de nosotros puede dar.

El mensaje del Papa Francisco se puede resumir en el no a la expulsión, en el no al rechazo, en el no a la indiferencia, y en el sí al reconocimiento de los demás, en el sí a sus personas y a sus aportaciones, en el sí a la integración y al valor y la responsabilidad de cada una y cada uno de nosotros.

Esa es la fuerza que nos debe mover, recuperar el sentido de misión, y evitar pensar que unos pocos se encargan de hacer las cosas, porque los demás no pueden aportar. En el fondo de la cultura del descarte esta la idea de que la mayoría no vale, de que la gran multitud no sabe, ni quiere ni puede aportar, que sólo una casta de privilegiados saben lo que es bueno para los demás.


Pero hoy cuando el Papa Francisco está ya en Roma, después unas jornadas agotadoras, creo que somos muchos los nos sentimos renovados en la esperanza de que un mundo mejor es posible, si colaboramos todos. Pero todos: sin marginar a nadie, sin excluir a nadie, permitiendo que cada uno pueda aportar lo que puede dar. BUEN CAMINO.

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